Los tujias, de la rama tibetano-birmana de la familia de lenguas han (china) y tibetana, habitan en su mayoría en la prefectura autónoma de las etnias tujia y miao de Xiangxi, provincia de Hunan, y en los distritos de Laifeng y Lichuan, oeste de la provincia de Hubei.
Este grupo tiene orígenes complejos. Algunos dicen que sus antepasados eran una rama de los wulingmans de los periodos de Qin (221-206 antes de nuestra) y Han (206 a.n.e.-220 nuestra era), y que luego de asentarse en lo que hoy son las provincias de Hunan, Hubei, Sichuan y Guizhou, se fusionaron con los aborígenes locales y la etnia han (el grupo mayoritario de China). Otros dicen que procedieron de una rama de los wumans del periodo de Tang (618-907) porque su lengua es similar a la de los yis y sus costumbres se parecen a las de los yis que viven en parte de la provincia de Yunnan. Pero a juzgar por sus funerales, exhortación por la lluvia, adopción del tigre como tótem y hábito de cantar y bailar en torno de la hoguera, los tujias comparten más puntos comunes con la etnia yi, sobre todo con la etnia qiang. De ahí se desprende que sus ancestros guardaban lazos íntimos con los qiangs antiguos. Al mismo tiempo, debido a la larga influencia de los hans, salvo los ancianos que viven en monta?as apartadas saben hablar un poco su lengua propia, casi todos tujias hablan y escriben ahora en han (chino). Anteriormente, ellos llamaban a su etnia con nombres diversos y la mayoría decían ser “bizikas”, palabra que significa “oriundos”. Después de la fundación de la Nueva China en 1949, se los denominó “tujias” acatando su propia voluntad.
A este grupo le fascina cantar y bailar. El canto y la danza son indispensables incluso en el casamiento y el funeral. Por otro lado, la música es muy rica y atractiva y se divide en canciones del pueblo y melodías con instrumentos.
Las danzas con manos agitadas tienen una larga historia. Según investigadores, muchas se originaron de la Fiesta del Cambio de A?o, que era una gran ceremonia con sacrificios. Ya antes como ahora, ésta se celebra en la primavera para pedir buena siembra al dios y en el oto?o para agradecerle la buena cosecha. Sin embargo, la celebración depende de los recursos económicos en la primavera y de si la cosecha es buena o mala en el oto?o, y a los cabezas de las aldeas les incumbe decidir mediante consulta tener la ceremonia o no y acordar su tama?o si la aprueban. Debido a ello, las danzas en la ceremonia son diferentes en escala y contenido, y una se llama “danza grande con manos agitadas” y la otra “danza peque?a con manos agitadas”.
La danza peque?a con manos agitadas es la que las aldeas practican por separado en los a?os de buena cosecha a modo de celebración cuando entre ellas no se alcanza acuerdo. En este caso no hay ceremonia con ofrendas a los antepasados, y los bailarines son vecinos de la propia aldea. Por lo tanto, los asistentes no son numerosos y los festejos son peque?os, de un día de duración a lo más. Por el contrario, si se tiene la Fiesta del Cambio de A?o en grande y se la celebra en la frontera de varios distritos con la participación de hasta diez mil personas, se practica la danza grande con manos agitadas, impresionante por su envergadura y contenido.
Antes de la realización de la ceremonia se debe levantar en la plaza de congregación un colosal arco arcaico pintado de estilo han con el rótulo en chino que dice “Dabaishou Tang (Salón para la danza grande con manos agitadas)”. Dentro se colocan las tablillas de alma de los dioses y los ancestros de la etnia tujia, además de una enorme cantidad de velas, conos de incienso y ofrendas. Al lado exterior del arco está el lugar indicado para la banda de música. Sus hombres, provistos de un tambor rojo de un metro de diámetro con membranas de piel, gongs grandes, trompetas grandes, suonas (de viento, confeccionadas de madera y parecidas a la trompeta) y otros instrumentos, se encargan de la música ritual para la ceremonia de comienzo a fin, de danzar en honor de cada una de las aldeas y de acompa?ar la danza grande con manos agitadas de varios días de duración. En la plaza, de miles metros de cuadrados, flamean las banderas de color al viento y bulle la muchedumbre, con rostros radiantes de alegría y pasión.
El oficio de la ceremonia corresponde a una persona mayor venerable de la etnia. A despecho de su monotonía y superfluidad, la larga oración sacrifical, las alabanzas a los dioses, las exhortaciones y las reverencias de los jefes mayores y menores, salpicadas del ta?ido retumbante de los gongs y tambores y las melodías altisonantes de la banda en los intervalos, imprimen al ambiente un fuerte tono de solemnidad y respeto especial.
Tras medio día de los procedimientos necesarios se inicia la danza grande con manos agitadas para entretener a los dioses.
En medio del redoble de los grandes tambores, la gente, entre ni?os y viejos
y entre hombres y mujeres, conducida por sus jefes y formada en un círculo o fila, entra a actuar en la plaza aldea por aldea, y sus danzas son de contenidos diferentes. Algunas reviven escenas de siembra y cosecha; otras, escenas de combate, y otras, escenas de vida cotidiana o de animales. Pero todas se llaman danzas con manos agitadas porque los bailarines tienen que agitar sus manos, una o ambas. Mientras danzan, sus expresiones son serias y sus movimientos son vigorosos, mas no tan graciosos ni concordes. No obstante, bailan de corazón, deseándose buena cosecha y bienestar en el próximo a?o. Al tiempo que bailan con fuerza, con su jefe a la cabeza entonan en su lengua y en formas de solo y coro las canciones con temas de historia, guerra, trabajo y amor que han heredado de sus antepasados. El espectáculo es tan impresionante y de escala tan grande que puede tener hasta miles de personas que danzan y cantan al mismo tiempo. En los intervalos, de vez en cuando actúan también artistas no profesionales, presentando en parejas de hombre y mujer la danza de homenaje a los dioses, la de caza y la de labrar la tierra, de alto nivel para la admiración.
En la noche de la Fiesta del Cambio de A?o, mientras la gente se junta alrededor de las fogatas y sigue bailando con manos agitadas, los hombres se atan de arriba abajo con paja de arroz a imitación de “espantapájaros”, dejando descubiertos sólo los ojos. Con palos cortos en las manos y calabazas secas y llenas de agua prendidas a la cintura, brincan en torno de las hogueras para presentar la danza Maogusi de sus antepasado, de culto a los genitales masculinos. Con el salto continuo y el vaivén adelante y atrás de sus cuerpos, los bailarines dejan salirse el agua de las calabazas para desear proliferación y cosechas abundantes a sus paisanos.
Hoy en día, la danza Maogusi ha sido preservada y forma parte del rito tradicional, en lugar de una mera invocación a los dioses.
(CIIC)
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