A aquéllos que han acusado a China de "secuestrar" la conferencia sobre el cambio climático de Copenhague no les gusta aceptar la constructiva contribución de este país asiático para garantizar un logro en la cumbre.
Si lo que realmente desean esas personas es un acuerdo jurídicamente vinculante, se les debería recordar que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, el tan aclamado defensor de la lucha contra el cambio climático, declaró a comienzos de noviembre en Washington que no se firmaría un acuerdo vinculante en Copenhague.
Por el contrario, el primer ministro chino, Wen Jiabao, le prometió a la delegación china en Copenhague que "mientras quede un 1 por ciento de esperanza, no debemos renunciar a ello y, en su lugar, deberíamos dedicar un cien por ciento de esfuerzos (para materializarlo)".
Lo que hizo China en Copenhague cumplió sus palabras.
Para hacer de la cumbre un éxito, China ha demostrado una sinceridad y paciencia irrefutables. En vísperas de la conferencia, el gobierno chino anunció, de manera voluntaria, recortar entre un 40 y un 45 por ciento sus emisiones de dióxido de carbono por unidad de producto interno bruto (PIB) en 2020, respecto a los niveles del a?o 2005.
Este compromiso chino supone una reducción de aproximadamente 1.500 millones de toneladas en emisiones.
Como el mayor país en vías de desarrollo del mundo, con una población de 1.300 millones de habitantes, dicho compromiso supone un sacrificio para el propio desarrollo de China.
Teniendo en cuenta los serios desafíos que representa el cambio climático, así como la diversidad de la comunidad internacional, es difícil alcanzar un consenso. Aun así, desde el principio, China ha estado desempe?ando un rol activo en la búsqueda de una solución viable para el calentamiento global.
En cuanto a su trabajo junto con otros países en vías de desarrollo para la elaboración de documentos, China ha sido elogiada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y Dinamarca, el país anfitrión del evento, por su empe?o en hallar un terreno común a la hora de dejar a un lado las diferencias existentes para seguir debatiendo.
También se puede observar esa actitud cuando China prometió respaldar y asumir el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a dos grados centígrados como máximo respecto a los niveles de la etapa preindustrial, incluído en el documento final.
En esta conferencia, China ha defendido enérgicamente los intereses de los países en vías de desarrollo sobre importantes temas. China y otros países en vías de desarrollo frustraron los intentos de algunos países desarrollados de hacer fracasar la conferencia en lo que respecta a su objetivo sobre reducción de emisiones.
Hay naciones desarrolladas que no han hecho suficientes esfuerzos para reducir las emisiones en sus respectivos países e incluso han demostrado escasa gratitud por las acciones voluntarias de los países en vías de desarrollo para mitigar los efectos del cambio climático, tratando de aunar dos objetivos de reducción de diferente naturaleza.
China y otros países en vías de desarrollo han demostrado mucha sinceridad cuando algunas naciones desarrolladas casi desbaratan la conferencia al presentar proyectos de acuerdo de manera unilateral y sin el previo debate con otros países.
En cuanto al tema central de la financiación internacional en la lucha contra el cambio climático, China se ha comprometido generosamente a no pelear por un céntimo del presupuesto con otros países en vías de desarrollo, si ese fondo llega a estar disponible.
Además, China mostró suficiente flexibilidad para garantizar la conclusión de un acuerdo final.
En el último minuto de la cumbre, el mecanismo de verificación de emisiones se convirtió en el centro de atención. De acuerdo con la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, el Protocolo de Kioto y la Hoja de Ruta de Bali, los países en vías de desarrollo no aceptarán una verificación internacional sobre acciones voluntarias para mitigar los efectos del cambio climático, sin la ayuda financiera y técnica por parte de los países desarrollados.
A fin de lograr un consenso final, China debatió y medió activamente con otros países y, finalmente, se comprometió a incrementar la transparencia sobre sus acciones voluntarias.
El acuerdo de Copenhague salvaguarda la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático y el Protocolo de Kioto en lo que respecta al principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas".
Los esfuerzos de China garantizan la continuación de las negociaciones sobre el cambio climático y evitan el aborto de las negociaciones por más de 10 a?os sobre el cambio climático.
El documento final es un nuevo punto de inicio para que el mundo aborde el tema del cambio climático, y China, como uno de los principales países en vías de desarrollo, ha hecho su propia contribución.