Antes de iniciar el viaje a China, todo lo que había oído sobre la cocina china estaba relacionado con cosas como la terrible costumbre de los chinos de comer insectos, por lo que me había hecho ya a la idea de que iba a perder peso durante el viaje. Pero, contrariamente a lo que imaginaba mi viaje a China fue una experiencia gastronómica que podría calificar como increíblemente deliciosa.
China es mucho más moderna, limpia y avanzada de lo que yo pensaba, o por lo menos esa fue la impresión que me dieron sus ciudades. Los chinos son simpáticos y hospitalarios y muestran curiosidad ante los extranjeros. Sin embargo, el vino no es su bebida preferida, y aunque se pueden encontrar bares que lo sirven tanto en Beijing como en Shanghai, los chinos no suelen ir a estos lugares. Debido a que el agua de China no es potable, durante todo el viaje la mayoría de los restaurantes nos ofrecieron cervezas gratuitas, y la cantidad que tomé en China es, posiblemente, bastante mayor de lo que suelo beber en mi país.
El día anterior de la llegada a Beijing, probé, por la primera vez en mi vida, el jugo de lichi, cuyo sabor era tan maravilloso como la integración del vino blanco alemán Riesling y el vino Sauvignon Blanc de Nueva Zelanda. Saboreé también orejas de Judas acompa?adas por huevos fritos cocinados con aceite de sésamo, algas picantes, col china cocido al vapor y empanadas de carne de cerdo.
En una cena en Xi′an, tuve la ocasión de probar 15 tipos diferentes de ravioles, hervidos o cocidos al vapor, y con diferentes rellenos: aleta de tiburón, abalone, camarón, e incluso nueces dulces. Cuando cruzamos por el río Changjiang en barco, el cocinero nos ense?ó cómo preparar guotie (ravioles fritos). Después de comprobar que el trabajo no era nada fácil, mi admiración por los ravioles servidos durante el desayuno del domingo aumentó considerablemente.
A diferencia de los mercados estadounidenses de productos agrícolas, donde se presta una enorme atención a la desinfectación, los mercados chinos venden de todo y sin el menor escrúpulo: varios tipos de pescado, pollos y patos vivos, verduras frescas y frutas locales, que para mí son un poco extra?as.
En los últimos días de mi viaje, empecé a echar de menos las comidas familiares, motivo con lo que busqué en la moderna ciudad Shanghai algún restaurante occidental donde comer. Allí disfruté con mis compa?eros del viaje de foie gras, solomillo y pastel de almendra. Finalmente levantamos la copa para brindar por nuestra buena suerte y por unas vacaciones tan espléndidas. Fue la primera y también la última vez que bebí vino en China, un delicioso blanc australiano.