La elegante dinastía Ming (1368 – 1644) atestiguó el desarrollo de diferentes formas para procesar el té. Secando el té a mano en grandes calderones a diferentes temperaturas y durante diferentes periodos de tiempo transformó el té verde en bebidas completamente diferentes: versiones del té negro y oolong. Flores de té perfumadas también ganaron popularidad entre todas las clases. Remojando hojas de té enteras en vez de convertirlas en polvo se convirtió en el furor. Fue durante este tiempo que los europeos descubrieron el té chino.
Entre los europeos, el portugués Jesuit Father Jasper de Cru fue el primero que se tropezó personalmente con el té y escribió sobre él in 1560. En 1589, otros europeos leyeron sobre té cuando Gaimbattista Ramusio, autor Veneciano y Secretario del Consejo Veneciano de Ren, atribuyó la longevidad Asiática a beber el té. A?os más tarde, en 1597, el té es mencionado por primera vez en la traducción inglesa de los viajes del navegador holandés Jan Hugo van Linschooten′s, donde él llama al té chaa.
Finalmente, en 1610, los comerciantes holandeses trajeron el té verde de China y lo vendieron como una bebida medicinal exótica. Con un precio de más de cien dólares por libra, sólo los ricos podían permitírselo, los cuales lo compraban con las elegantes porcelanas de té China. Para 1662, cuando Carlos II se casó con Catherine Braganza de Portugal, una amante del té, el té había ganado tanta popularidad que el consumo de alcohol en Inglaterra disminuyó considerablemente.
Los portugueses fueron los primeros europeos que negociaron el té comercialmente. Ellos llevaron su cargo a Lisboa, y de allí a Francia, Holanda y otros países Bálticos. En aquel entonces, Portugal estaba afiliada con Holanda; el té ganó popularidad entre los holandeses. Para 1675, el precio del té había disminuido y era considerado como una bebida normal. Muchos bebedores lo mezclaban con azúcar y jengibre.
Curiosamente, el té nunca tuvo éxito con los franceses. Después de unos 50 a?os, los franceses siguieron popularizando el vino, chocolate y café. Por toda Europa, el té se servía en casas de café (el café llegó antes que el té) llamadas “universidades peniques” – porque un pobre estudiante podía comprar una tetera de té por un penique y pasar un día entero conversando con otros estudiosos.