A mi lado tengo una taza de café caliente y unas hojas manuscritas pendientes de corrección. De fondo, la emoción y la dulzura hechas sonido, vibrando en las voces de los tres tenores más famosos del mundo. Justo lo necesario para completar la placidez de esta noche de un día cualquiera. Mis conocimientos sobre Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti datan del momento en que, por primera vez, escuché al último de ellos interpretando "O sole mio", en los a?os en que yo era un estudiante de conservatorio. Nunca antes había entrado en contacto con una voz tan brillante, que me dejó extasiado con el entusiasmo y vehemencia que de ella emanaban. Desde aquel entonces vivo convencido que esa tesitura vocal es capaz de pasar a través de la luz del sol. Supe entonces que aquel portensoso sonido salía de una garganta de apellido Pavarotti, un tenor de fama y clase mundiales. A pesar de que luego me convertí en fanático del rock, nunca pude olvidar aquella canción, ni a Pavarotti. En mis estudios posteriores y desarrollo personal en el campo de la música, supe que había otros dos tenores, Plácido Domingo y José Carreras, cuyas voces alcanzaban tonos tan brillantes y espléndidas como el propio Pavarotti. En honor a la verdad debo confesar que hasta hoy nunca he podido distinguir cual de los tres es mejor. En cuanto a la canción "O sole mio", los tres la cantan con la misma emoción, pasión y grandiosidad. Sólo encuentro diferencia cuando Carreras acomete los tinos más agudos, a los cuales no logra acceder con la misma comodidad de los otros dos. Aún así, su interpretación nos llena por igual de emoción. En el momento en que los tres suben a un escenario para un recital conjunto, puede decirse que está garantizada una fiesta para el oído. Que el cielo va a estallar en una sinfonía de colores en respuesta a sus melodías. Para mí resultó una audición memorable enfrentarme al Compacto que contiene la canción de Leonor "Happy Christmas/War is over" interpretada conjuntamente por los tres. Se entregan a la música en un equilibrio perfecto de la honestidad y la dulzura. Me parece que Leonor se da la mano con cada uno de ellos por turnos. Debajo de un manto de tranquilidad yace un brote inminente de emoción, y la música se supera a sí misma para revelarse como vehículo irrepetible del sentimiento humano... |